ENTREVISTA
A través de esta
conversación deseamos dar a conocer el trabajo del que se benefician los
muchos que acuden a los dispensarios de las parroquias
agustino-recoletas en Perú. El origen e impulso están en la ciudad de
Salamanca, gracias al coraje y dedicación de Ana García y Marisa
Sánchez. Ellas se encargan de promocionar la recogida, clasificar y
empaquetar los medicamentos y alimentos infantiles, que desde nuestro
Colegio Santo Tomás de Villanueva se envían a Perú.
¿Dónde vivís y cuál es
vuestro trabajo?
— Vivimos en Salamanca,
ciudad universitaria, llena de arte y muy visitada, especialmente
durante el año 2002, por haber sido Ciudad europea de la cultura. Marisa
hizo la carrera de turismo y trabaja en hostelería. Ana cursó la carrera
de enfermería y trabaja en un hospital de la ciudad.
¿Cómo surgió vuestra
relación con los agustinos recoletos?
— Mi primer encuentro
con los agustinos recoletos —dice Ana— tuvo lugar en 1978, en la
comunidad de cursillos de cristiandad, en la que participaba como
dirigente el padre Pedro Merino. Marisa dice que nos conoció a través de
Ana, en encuentros casi anecdóticos, a propósito de visitas a las casas
de San Millán de la Cogolla, Logroño y Madrid. Todo esto fue preparando
el terreno para una relación más estrecha a partir de 1997, cuando ambas
decidieron asumir la responsabilidad de recoger, clasificar y preparar
medicinas para enviarlas a Perú.
Estos envíos mantienen
un ritmo constante y sabemos que nuestros dispensarios parroquiales en
Perú agradecen este gesto de solidaridad. ¿Cómo surgió esta idea?
— La iniciativa surgió
el año 1997. El padre Juan Ángel Nieto —contesta Ana— por su cargo de
prior provincial, conocía la situación en Perú. Como algo muy
relacionado con el campo de la enfermería, me propuso colaborar en esta
iniciativa. La condición de enfermera me facilitaba el trato con los
profesionales de la salud. Pero tampoco era cuestión de que lo realizara
yo sola, sino juntamente con otras personas. Desde el primer momento se
unió al proyecto Marisa, que siempre ha sido sensible en temas de
solidaridad.
¿Cómo conseguís los
medicamentos?
— Esto sí que es casi
milagroso. Cuando comenzamos —habla Marisa— vimos casualmente en una
parroquia una hoja informativa en la que se daba relación de los kilos
de medicamentos que los jesuitas habían enviado a distintos países donde
tienen misiones. Nos sorprendió la cantidad de kilos conseguidos y
enviados, en comparación con los que en ese momento manejábamos
nosotras. Ello fue un revulsivo para nosotras, e inmediatamente pusimos
todo nuestro esfuerzo e imaginación para conseguir más medicinas. Y
comenzamos por la farmacia de nuestra zona. El responsable acogió muy
bien la idea y nos permitió colocar un cartel donde invitábamos a
depositar medicamentos para Perú. Como eso todavía nos parecía poco,
iniciamos contactos con centros de salud, maestros y profesores de
varios colegios de la capital y de pueblos cercanos en los que organizan
una campaña anual para la recogida de medicamentos. Estamos muy
satisfechas de los resultados, ya que la gente ha respondido con gran
sentido de solidaridad.
¿Dónde y cómo se
reparten las medicinas?
— Hay una estructura
perfectamente organizada. La cadena comienza en la gente buena de
Salamanca, y termina en los dispensarios médicos de varias parroquias
dirigidas por los agustinos recoletos en Perú. La primera labor consiste
en seleccionar los medicamentos, excluir los que ya han caducados o
caducarán dentro de poco, y clasificarlos por especialidades. Dispuestos
en cajas, los agustinos recoletos del colegio Santo Tomás de Villanueva
los llevan a su casa provincial de Madrid, donde continúa el proceso
para el envío inmediato a Perú. De este modo, las medicinas en algo más
de mes pueden encontrarse en su destino, que son los dispensarios
médicos parroquiales de Lima, Arequipa, Chiclayo y Chota. El vicario
provincial, actualmente el padre José Miguel Lerena, tiene confiado la
distribución de los medicamentos a la atención diligente de doña Ana
María, terciaria de la Orden.
Muchas personas, a la
hora de colaborar con estas iniciativas, pueden sospechar que la ayuda
no llega a su destino. ¿Hay garantías de que los necesitados reciben
esta ayuda?
— Jamás hemos imaginado
que las medicinas y alimentos infantiles no lleguen a su destino. Nos
consta que una vez en Madrid, sin pérdida de tiempo, los paquetes son
llevados al departamento de carga de la empresa que los transporta.
Sabemos además que en Lima están avisados para proceder inmediatamente a
la retirada de los paquetes y efectuar cuanto antes la distribución
entre los distintos consultorios médicos parroquiales.
¿Cómo valoráis vuestra
colaboración?
— Estamos convencidas
de que los medicamentos y alimentos infantiles enviados son de gran
utilidad. A veces pensamos qué haríamos nosotras sin una pastilla para
el dolor de cabeza. No nos preocupa el que algunas cajas nos lleguen
medio vacías. Al hacer la clasificación, las vamos completando. Hacemos
esta trabajo con ilusión, porque esta cadena de solidaridad nos parece
importante y muy útil para las personas que son aliviadas, cuando
carecen de recursos para comprar los medicamentos.
¿Tenéis referencias de
cómo agradecen en Perú vuestro gesto?
— Aunque no lo hacen
directamente los enfermos, sí nos han llegado varias cartas de
agradecimiento por parte de los superiores y párrocos de las comunidades
de los agustinos recoletos, escritos que en ocasiones vienen acompañados
de algún detalle típico. Desde aquí les agradecemos a todos su
delicadeza.
¿Qué medicinas son las
más solicitadas?
— La verdad es que todo
les sirve, y a cuanto enviamos le dan salida provechosa. Prioritarios
son los antibióticos, analgésicos y lo relacionado con el aparato
respiratorio. Últimamente estamos incluyendo alimentos infantiles, que
son de gran ayuda para familias pobres.
¿Alguna anécdota?
— Nos parece que la
anécdota más curiosa somos nosotras mismas. Lo entenderíais mejor, si
nos vierais entrar en la oficina que tenemos a nuestra disposición en el
colegio Santo Tomás de Villanueva. Nada más entrar, abrimos bien los
ojos para ver el motón de medicamentos que nos esperan, y sin pérdida de
tiempo comprobamos si son pocos los medicamentos ya caducados. Nuestra
cara de satisfacción está para una foto, cuando al final pesamos las
cajas con medicamentos listos para enviar. Eso nos emociona. Marisa
lleva el recuento de días, número de paquetes y kilos enviados. Esto va
creando adicción, pero laudable.
¿Tenéis proyectado
algún viaje para conocer los ambientes y a las personas a las que llegan
las medicinas?
— De momento no
pensamos en ningún viaje a Perú, pero tampoco lo descartamos.
¿Cuál es vuestra
relación con quienes os entregan los medicamentos y alimentos
infantiles?
— Procuramos agradecer
su colaboración, al menos por medio de una carta. Como muchas veces no
la esperan, les encanta y llena de satisfacción. En los colegios que
colaboran nos consta que se la leen a los niños, para que vean cómo
agradecen su esfuerzo Es una forma de educarlos en sensibilidad hacia
los valores humanos. De este agradecimiento se encarga el padre Pedro
Merino.
Esta entrevista la
leerán muchas personas en los distintos países en los que estamos los
agustinos recoletos. ¿Algo para ellas?
— A las personas que
lean esta entrevista les aseguramos que merece la pena implicarse en
proyectos como éste; que se animen y, si tienen posibilidades de hacer
algo semejante, lo hagan. Así podremos llegar a más personas
necesitadas. Aunque tengan que invertir horas de tiempo libre, resulta
gratificante. Sepan quienes esperan o reciben nuestra colaboración que
estamos siempre atentas a cualquier sugerencia o petición, y que en la
medida de las posibilidades intentaremos ayudarles. A los que conocemos,
en este caso religiosos agustinos recoletos que han pasado por
Salamanca, les hacemos llegar nuestro cordial saludo.
No nos hace falta
ninguna pregunta para reconocer que, en el colegio Santo Tomas de
Villanueva de Salamanca, nos encontramos como en nuestra propia casa.
Nos acogen con cariño y procuran que no nos falte algo con que endulzar
nuestro trabajo. Son detalles que también agradecemos, al igual que el
habernos ofrecido la oportunidad de hablar sobre una actividad que forma
parte de nuestra vida.
P.
Pedro Merino. z