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Editorial
del Padre Provincial
Carta
a los hermanos
P.
Fortunato Pablo |
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Queridos
hermanos:
En
mi saludo anterior os invitaba a cuidar la interioridad, donde
mora la Verdad, donde está Dios. No podía imaginar que el Señor
nos empujara a un abismo de intimidad, desbaratando todos nuestros
planes, con la muerte repentina del padre Manuel Acarreta Rupérez,
que a los 32 años de edad completó su corta carrera, cuando pensábamos
estar ante un corredor de fondo.
Se
nos fue Manolo en plenitud de vida y de sendero. Con edad
semejante murió Aquel a quien fray Manuel consagró su vida como
religioso agustino recoleto. Ésa fue la vocación de nuestro
hermano, tal como lo recuerda en carta de condolencia el que fuera
su maestro de novicios: «No puedo olvidar la cantidad de horas
que pasamos hablando en particular cuando él, con su peculiar
sencillez y nobleza, exponía sus dificultades y sus deseos de ser
un buen agustino recoleto».
La
muerte de Manolo nos ha metido de lleno en terreno de interioridad
y ha reforzado nuestra esperanza de resucitar con Cristo, al
permitirnos palpar la paz interior y la fe a toda prueba de sus
seres queridos, en especial de su madre Carmen. Se lo pedí al Señor,
nos contaba, y siempre quise que fuera agustino recoleto. El Señor
me lo dio, el Señor me lo quitó. Bendito sea e nombre del Señor.
Con el prior de Salamanca nos acercamos a consolar, y de labios de
la madre recibimos palabras de consuelo. ¡Nos ha dejado tantos
recuerdos bonitos!, repetía Carmen.
También
en Salamanca, en el colegio Santo Tomás de Villanueva, su primer
y último destino, ha dejado Manolo muchos y gratos recuerdos en
el trabajo duro y paciente de la formación de niños y
adolescentes, en la comunidad, con su nota de alegría agrandada
al ser compartida, en el servicio delicado a los hermanos
enfermos. Gratos recuerdos, muchos planes y buenos ejemplos, para
ser tan joven. Que Dios le pague tanto trabajo en tan poco tiempo.
Seguramente estará trabajando como educador en el cielo ensayando
con los jóvenes los cantos de la liturgia, el Aleluya eterno, el
Sanctus verdadero, el definitivo Amén.
En
esta dura prueba hemos sentido el consuelo de muchas personas:
todo el pueblo de Fitero, nuestro padre prior general, los tres
provinciales con sede en España, muchos agustinos recoletos que
se hicieron presentes la tarde del funeral, amigos y colaboradores
de Manolo en la docencia, religiosos de la provincia que trabajan
en Venezuela y Perú, religiosas MAR y monjas agustinas recoletas
de vida contemplativa. Gracias por vuestra oración. Que el Dios
bueno acoja a Manolo en su Reino, ya que tan poco tiempo le dejó
estar entre nosotros.
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43
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