Número 43     Página principal     Portal recoletos     Enlaces     Libro de visitas

Número 43     Página principal     Portal recoletos     Enlaces     Libro de visitas


 
PROVINCIAS
San Nicolás
Candelaria
Santo Tomás
San Agustín
Santa Rita
Consolación
San Ezequiel
 
COLEGIOS

Cristo Rey

S.Tomás

 
 
 

INFORMATIVOS

Antena informativa
Oar al habla
 

RECORTES-2

Recortes nº 43
Recortes nº 42
Recortes nº 41
Recortes nº 40
Recortes nº 39
Recortes nº 38
Recortes nº 37
Recortes nº 36
Recortes nº 35
 
 
 
ACTUALIDAD
religiondigital
periodista
 
 
 
 
 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Número  43 

ESPECIAL OTOÑO 2003

lunes, 06 de octubre de 2003

Celebramos los 125 años de presencia en el Monasterio de Yuso de San Millán

 

 

IN MEMORIAM MANOLO ACARRETA

Si está Manolo,

estamos todos

 

Felixmi

SALAMANCA


Siempre hemos bromeado sobre tu costumbre de llegar el último a los sitios, tras apurar al máximo lo que estuvieras haciendo antes. Pues esta vez has sido el primero en irte; pero eso sí, a tus 32 años has sabido vivir sacándole el jugo a la vida. Cuando pienso en ti —por suerte he tenido el privilegio de compartir contigo muchos años— se me amontonan tus recuerdos:

 

Te recuerdo bromeando con expresiones típicas de Fitero, tu pueblo de la ribera Navarra. Te recuerdo todavía adolescente en el colegio de Logroño, con tus pelos de punta engominados, tus vaqueros negros, tus zapatillas blancas y tu camiseta negra. Eran los años ochenta, de Ilegales y Kortatu.

 

Te recuerdo tomándote tu proceso vocacional muy en serio, con dudas, con ilusiones, con renuncias familiares, afectivas y personales, mas siempre incansablemente intentando buscar tu lugar en el mundo. Durante años te dejaste guiar por tus formadores; bueno, en ocasiones —todo hay que decirlo— eras bastante rebelde— : por Rebolleda, por Lucilo y por Juan Ángel. De este modo, tras seis años en Logroño, Manolillo, el niño de los pelos indomables, se fue convirtiendo en Acarreta, el joven inquieto y profundo.

 

Te recuerdo, tras un año de intenso noviciado, profesando en Monteagudo, y ratificando tu consagración a la vida religiosa como agustino recoleto con la profesión solemne en Salamanca, y cuando apenas hace cinco años eras ordenado sacerdote en Salamanca. Durante estos años de vida en comunidad te acompañaron Goyo, Santi, Pablo, Enrique, Ignacio, Pedro, Javi, Rafa, Eduardo, Félix, Sixto... Ya sabes, los hermanos mayores y menores con los que reír y llorar, coincidir y discrepar, hablar y escuchar... ¡Tu gran familia!

 

Te recuerdo jugando incansablemente al fútbol. Por cierto, todos reconocen que eras un buen centrocampista. De hecho, te fichó un club histórico como era "El Roque". Ya sé que mejor hubiera sido fichar por Osasuna, pero eso ya es harina de otro costal. Y cuando no salía gente suficiente para organizar un partido, siempre te quedaba el recurso de ir corriendo hasta el Helmántico y vuelta para atrás.

 

Te recuerdo con la guitarra, enseñando música, dirigiendo los ensayos, —ardua tarea—, acompañando ceremonias con tu música y tu solemne voz. Para la posteridad quedará aquel cancionero de tapas rojas que tantos esfuerzos te costó. En música, como en el resto de tu vida, lo tenías claro y así me lo contabas: "Da gratis lo que has recibido gratis."

 

Te recuerdo entusiasmado con tu proceso de autoconocimiento psicológico y personal, que te ocupó más de tres años: siempre te ha atraído ahondar en la psicología humana; de hecho, me pedías que te sacara libros de la biblioteca de la facultad, y tú los estudiabas con avidez.

 

Te recuerdo escuchando a los demás, guardando la confidencialidad de todos los que acudían a tu habitación a charlar contigo, preocupándote por las inquietudes de los otros, respetando los ritmos de las personas, contagiando paz, relativizando tus propias vivencias y angustias. Famosa era tu frase: ¿Quién dijo miedo… mientras haya hospitales?

 

Te recuerdo ilusionado y entregado en sacar adelante el proyecto educativo del colegio Santo Tomas de Villanueva, de Salamanca, apostando por acompañar a adolescentes y a jóvenes que en muchas ocasiones venían de otros colegios donde no habían creído en ellos.

 

Te recuerdo agustino recoleto, sacerdote y focolarino, equilibrando los diversos carismas eclesiales, y poniéndolos al servicio de tu seguimiento de Jesús de Nazaret.

 

Te recuerdo hablando con enorme cariño de tu madre, Carmen, una mujer de fe y de gran corazón; de tu padre, Manuel; de tu hermana, Presen; de tu cuñado, Santi, y de tu sobrina, Tamara. Y al mismo tiempo que compartías el amor de tu familia, te preocupabas al máximo de la familia de los demás.

 

También recuerdo tus ganas de disfrutar de la vida, de saber divertirte. Te recuerdo rodeado de Maxi, de Chema, de María, de Ángel, de Tere, de Pepe, de Irene, de Judit, de Arellano..., de tantas personas que disfrutaron de tu cariño.

 

Te recuerdo presidiendo la ceremonia de nuestro matrimonio, regalándonos una bella homilía, cantando en el banquete y contándole a María cómo tu hermana Presen te había asesorado en Zaragoza a la hora de comprarte el elegante traje verde que llevabas.

 

Te recuerdo montado en la motocicleta roja, con la cazadora roja y el casco rojo: parecías un repartidor de pizzas. Pero no, ibas seguramente a clase porque llegabas tarde, o a dar ejercicios a las religiosas, o a buscar medicinas a la farmacia. ¡Cuánto te van a echar de menos todos los enfermos a los que tan cariñosamente has cuidado!

 

Te recuerdo trabajador, cambiando bombillas y enchufes, pintando a rodillo los claustros del colegio, limpiando habitaciones y haciendo camas, lijando puertas, cambiando persianas, cortando y podando en el jardín, y, en honor a la verdad, disfrutando tras la tarea realizada de una buena siesta.

 

El último recuerdo que tengo es de pocos días antes de tu fallecimiento, en una parrillada que compartimos los amigos y amigas en el jardín del colegio. Recuerdo lo que nos reímos bromeando sobre las gafas rojas que te habías comprado para hacer deporte y rememorando tiempos pasados.

 

Ahora te has ido, y lo has hecho igual que viviste: de forma callada, en silencio, sin darte importancia. Los que te hemos conocido sabemos que hemos sido privilegiados por haber compartido nuestra vida con una persona de una gran humanidad.

 

Manolo, ya no habrá más recuerdo que ir acumulando. Ya no habrá más "manoladas". Y, al pensar en lo que ha sucedido, no puedo evitar la tristeza. Ya sé lo que tú me dirías: Los planes de Dios no son nuestros planes. Sé que eres un hombre de fe, pero a mí me sigue resonando constantemente la pregunta: ¿Por qué, Manolo?

 

 


 

 

Número 43     Página principal     

Portal recoletos     

Enlaces     Libro de visitas

 

 © Recortes-2 digital

Provincia San José. Agustinos Recoletos 2003